miércoles, 18 de mayo de 2011

ERNESTO SÁBATO Y SUS HISTORIAS DEL PARQUE LEZAMA

A los 99 años de edad, falleció uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX. Una  de sus novelas más reconocidas, “Sobre Héroes y Tumbas” comienza en el Parque Lezama y elige al barrio de La Boca para alguna de sus escenas.

Ernesto Sábato junto a la estatua de Cere en el Parque Lezama
  
El 30 de abril pasado, a los 99 años falleció en su casa de Santos Lugares el escritor Ernesto Sábato. Faltaban 55 días para que cumpliera un siglo de vida. Al confirmar el deceso, su colaboradora y Presidenta de la Fundación Ernesto Sábato, Elvira González Fraga, declaró: “Estaba sufriendo hace tiempo, pero todavía pasaba algunos momentos buenos, principalmente cuando escuchaba música”.
Ernesto Sábato nació en Rojas, en la Provincia de Buenos Aires el 24 de junio de 1911, en una numerosa familia de 10 hermanos. En 1938 se graduó como doctor en física en la Universidad Nacional de La Plata y trabajó poco más de dos años entre el Laboratorio Curie de Paris y en el Instituto de Tecnológico de Massachusetts en Estados Unidos. En 1940 regresó a la Argentina y ejerció la docencia hasta 1943, año en que definitivamente se alejó de la ciencia.
En 1945 publicó su primer libro, Uno y el universo, pero recién se consagraría como escritor en 1948 con la aparición de su primera novela El Túnel en la Revista Sur. En 1952 se estrenó la película de El Túnel basada en su novela.
En 1961 publica Sobre héroes y tumbas, considerada una de las mejores novelas argentinas del siglo XX. Se trata de la historia de una familia aristocrática argentina en decadencia, que comienza justo en el Parque Lezama y contiene algunas escenas en el barrio de La Boca. Un personaje llamado Martín, sentado en un banco del Parque Lezama al lado de la estatua de Ceres, conoce a una chica extraordinaria y misteriosa llamada Alejandra Vidal.
"Pasaron muchos días de agitación. Porque sabía que volvería a verla, tenía la seguridad de que ella volvería al mismo lugar. Durante ese tiempo no hizo otra cosa que pensar en la muchacha desconocida y cada tarde se sentaba en aquel banco, con la misma mezcla de temor y de esperanza. Hasta que un día, pensando que todo había sido un disparate, decidió ir a La Boca, en lugar de acudir una vez más, ridículamente, al banco del Parque Lezama. Y estaba ya en la calle Almirante Brown cuando empezó a caminar de vuelta hacia el lugar habitual; primero con lentitud y como vacilando, con timidez; luego, con creciente apuro, hasta terminar corriendo, como si pudiese llegar tarde a una cita convenida de antemano. Sí, allá estaba. Desde lejos la vio caminando hacia él. Martín se detuvo, mientras sentía cómo golpeaba su corazón. La muchacha avanzó hacia él y cuando estuvo a su lado le dijo: —Te estaba esperando. (Sobre Héroes y Tumbas. Capítulo I. El Dragón y la Princesa)
Atravesaron nuevamente el parque —Vamos un rato a la Dársena —dijo Alejandra.
Bajaron por Almirante Brown, doblaron por Arzobispo Espinosa hacia abajo y por Pedro de Mendoza llegaron hasta un barco sueco que estaba cargando. Alejandra se sentó sobre uno de los grandes cajones que venían de Suecia, mirando hacia el río, y Martín en uno más bajo, como si sintiese el vasallaje hacia aquella princesa. Y ambos miraban el gran río de color de león.
(Sobre Héroes y Tumbas. Capitulo XVII. El Dragón y la Princesa)
En 1974 aparece su nueva novela “Abaddón el exterminador” y en 1998 publica sus memorias bajo el título Antes del fin”. En el 2000 aparecería su ultima obra La Resistencia.
En 1984 recibió el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario otorgado a escritores de habla hispana. Pero Ernesto Sábato también recibió el reconocimiento social, cuando por pedido del entonces Presidente Raúl Alfonsín, encabezó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), cuya investigación, plasmada en el libro Nunca Más, abrió las puertas en el año 1985 para el juicio a las juntas militares de la última dictadura militar.
En el Prólogo del Libro Nunca Más en 1984, Ernesto Sábato escribía: "...Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el período que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MAS en nuestra patria se repetirán los hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado...".
Nota: Periódico Conexión 2000 Arte yCultura Mayo 2011- Edición Nª 170

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