viernes, 8 de septiembre de 2017

CRÓNICAS DE VIAJE DE XAVIER MARMIER A LA BOCA DEL RIACHUELO

“Lettres Sur l´Amérique”
En su obra Letras a América, el escritor francés plasma sus impresiones sobre Buenos Aires y la zona ribereña. Un telón se descubrirá a la luz del lector, el enigma que le generaba la figura de Juan Manuel de Rosas. . .  
                                              Por Norma Rosa Torello*



XAVIER MARMIER, Uno de los viajeros más  prolíficos del mundo de las letras, dejó plasmada su visión de la Boca y del Buenos Aires al promediar el siglo XIX.
El reconocido autor y filólogo francés, nacido en Pontarlier en 1808, fue un hombre apasionado por los viajes. Con ellos, este profesor de literatura extranjera,  combinaba sus dos vocaciones, la de viajero incansable y la de escritor.
Miembro de la Academia francesa de letras, de cada uno de sus travesías, surgía una producción literaria.  Después de viajar a Suiza, Bélgica y a los Países Bajos, lo unieron en 1835 a la expedición ártica del Recherche; visitó Rusia (1842), Siria (1845), Argelia (1846), de 1848 a 1849 Norteamérica y Suramérica.
A fines de 1848, se embarcó en una nueva aventura por el Atlántico. De Canadá y Estados Unidos, fue a Cuba, donde pasó una temporada en La Habana. Y de allí va en viaje directo a Buenos Aires en un velero belga que tardó más de dos meses en llegar al Río de la Plata. Pésima comida: carne salada, pocas y ruines legumbres. Pero el capitán tiene, en cambio, un armario lleno de libros: historia, narraciones, viajes, novelas...  Ese alimento intelectual aminoró la paupérrima gastronomía de su estadía en la embarcación que lo traía al destino decidido.
Desconcierta a los curiosos, este viaje directo desde La Habana a Buenos Aires, dejando de lado regiones y ciudades de mayor interés artístico y arqueológico, no deja de sorprender. El mismo viajero se adelanta para responder a la posible interrogación. –“¿Cómo -diréis-, tan cerca de México, del Perú, os alejáis tanto de estos magníficos países  para iros a Buenos Aires? Paciencia, paciencia, me figuro que Buenos Aires, en su género, es ciudad por todo extremo curiosa”...
ROSAS, SU GRAN INTERROGANTE
Corría el año 1850 y Rosas, había logrado triunfos diplomáticos frente a dos de los países más poderosos de Europa. Inglaterra y Francia.  Sus logros trascendieron nuestras fronteras y se comentaban en América y también en el Viejo Mundo.
 “Lettres Sur l´Amérique”, (Letras en América),  es la obra en la cual plasma,  además de su obsesión por Rosas,  que describe desde su visión personalísima, al Buenos Aires de aquel entonces, y dedica un capítulo exclusivo a La Boca del Riachuelo.
LA BOCA, SEGÚN XAVIER MARMIER
Textualmente estos son los títulos dedicados a La Boca, extraídos por quien suscribe estas líneas de su libro Lettres Sur l´Amerique, segundo tomo:
“Movimiento en el camino de la Boca. El puente. Géneros de comercio. El pueblito de Barracas. Los saladeros. Los vascos. Sus costumbres regionales. Su situación en el Río de la Plata. Alrededores de Buenos Aires. Productos agrícolas. El ombú. La muchacha enferma”.
Suma a estas narraciones una curiosidad para el viajero que existía por esos tiempos en la zona ribereña llamada “El Puente de Rosas”.
ACERCA DEL PUERTO DEL RIACHUELO
Dice Marmier en su libro: “La rada lejana, donde se detienen los navíos de mayor tonelaje, no es el único puerto de Buenos Aires. Hay otro muy cerca de la ciudad, a media legua, más o menos, hacia el sur.
La segunda  rada, (bahía o ensenada que puede servir de puerto natural), o el segundo puerto al que se refiere Marmier, es el Puerto del Riachuelo, en La Boca.
Las embarcaciones más pequeñas, cargan allí los diversos productos de los saladeros para transportarlos a los navíos de la rada; en el mismo puerto abordan los barcos de cabotaje que hacen por los ríos interiores el mismo servicio que las carretas hacen por tierra.”
Desde el punto de vista puramente pintoresco, el pequeño puerto de la Boca es digno de conocerse. Lo he visitado varias veces, y de todas mis excursiones por las afueras de la ciudad, es la que me ha dejado recuerdos más gratos. Un ancho camino sirve para unir a Buenos Aires con el puerto de la Boca. Desde muy temprano en la mañana, transitan por este camino los corredores marítimos, los dependientes de comercio (todos a caballo), las carretas, y los lecheros que van sentados con las piernas cruzadas sobre sus tarros.
Los lecheros andan siempre a galope tendido para llevar a la ciudad su mercancía. Es un nuevo método de espesar la leche y de ofrecerla a las buenas mujeres de la ciudad en forma de una horripilante crema”.
EL PUENTE DE ROSAS
“A ambos lados del camino, se extienden llanuras pantanosas e incultas donde pacen los ganados en libre abandono: la naturaleza salvaje asociada con la vida social, es un contraste que aún podemos hallar a cada paso. En medio del camino encontramos un letrero con esta inscripción: Puente de Rosas. Busqué por todos lados   la construcción así señalada. Se trata de una capa de ladrillos que cubre una zanja. Esta zanja no tiene más de un pie y medio de ancho. Habrá que inclinarse ante este puente como los suizos del tiempo de Guillermo Tell ante el sombrero de Gessler. Rosas conoce las grandes tradiciones y algún porteño docto debe de haberle enseñado que los generales romanos, antiguamente, daban su nombre a los trabajos que ejecutaban en las riberas del Rhin o del Danubio”, expresa irónico el académico francés.
Acoto a lo señalado la ubicación del llamado Puente de Rosas. Esta construcción precaria,  se encontraba en la calle Alegría, hoy Wenceslao Villafañe, al término del denominado “camino de La Boca” que se iniciaba a la altura del actual Parque Lezama.
LA ZONA DE LOS NEGROS
No es casual que en las proximidades del Puente de Rosas, habitaran los negros. En época del Gobierno del caudillo bonaerense la población negra alcanzaba un 30%.
En su obra Marmier señala: “El carácter de la atroz dictadura de Rosas, puede resumirse en dos palabras: ferocidad e imbecilidad. Y esto último no por cierto en lo que concierne al aumento de su poderío y dominación, sino en lo que respecta a los intereses y a la prosperidad del país”.
Según el historiador Felipe Pigna “La adhesión de la población afroargentina a Rosas y su gobierno –objeto habitual de desprecio racista en la prensa de sus opositores, que lo pintaban como una pintoresca muestra de su “barbarie”– se basaba, en buena medida, en el reconocimiento que estas más de cincuenta “naciones” hallaban de parte del Restaurador y su familia. Como señala Miriam Victoria Gomes: “Durante la época de Rosas  de alguna manera reverdecieron las sociedades africanas  llegó a haber más de cincuenta [naciones] sólo en Buenos Aires y su participación activa en la vida pública se hizo más visible. Rosas, su mujer y su hija asistían asiduamente a las ‘casas de tambor’ o ‘del tango’ (nos referimos a este tema en la edición de Periódico Conexión 2000- Enero 2017),  como se denominaba antiguamente a las naciones negras. Además, hacía participar a los negros en los actos públicos. Rosas también les abrió lugares antes vedados como la Plaza de la Victoria para festejar fechas patrias”.
Entre la población bonaerense el apoyo a los federales era más marcado aún en los descendientes de africanos, y en especial entre las mujeres. Un dato significativo es que en la comunidad “negra” de Buenos Aires cobró un gran desarrollo la formación de sociedades que cumplían funciones de ayuda mutua entre sus miembros. En algunos casos se trataba de una herencia de las cofradías religiosas que venían de tiempos coloniales, creadas para rendir culto a San Baltasar y San Benito de Palermo (los “santos negros”), a San Francisco Solano y a la Virgen del Rosario, que eran las principales advocaciones de las comunidades afroamericanas.
LA CALLE NECOCHEA Y EL CULTO DE LOS AFROAMERICANOS
La calle Necochea, se constituye en la arteria más antigua de La Boca.
Allí en esa vía, los negros levantaron una Capillita para venerar a la Virgen del Rosario. Cada año realizaban una procesión, con cánticos en portugués y a ella consagraban su fe y sus plegarias.
 Muchos de los gauchos que desarrollaron tareas en el campo en esa época eran afroargentinos.
UN PUEBLO APARTE
Volviendo a la zona boquense, el académico francés, la describe como un pueblo aparte, que se basta a sí mismo y que se encuentra distante de la capital, por las dificultades que genera el tránsito hasta el lugar.
Hacia el sur se encuentran las pulperías. “Permanecen abiertas desde el alba para los cocheros y changadores y obreros”.
Respecto de  La Boca de 1850 describe: “Es un lugar activo, con mucho movimiento y una sorprendente variedad de panoramas. Un muelle de madera al borde del río lleno de mercaderes atareados  y mozos de cordel que desembarcan cargamentos de procedencia diversa”.
Sin embargo, cabe señalar que las viviendas construidas a orillas del Riachuelo, montadas sobre pilotes,  en modo alguno son producto del azar, sino fruto de la necesidad.   Tenían que estar en lo alto, se subían a ellas por medio de escaleras, previendo los vientos incansables, el desborde del agua y las sudestadas. Así las cosas,  los imponderables  del clima,  fueron haciendo la historia de las viviendas boquenses,  una naturaleza conocida en base a la experiencia empírica de sus moradores.
Enfrente, del otro lado de la ciudad, (La Boca) se encuentra la soledad abierta,  profunda. Apenas unas casuchas de caña de bambú traídas del Paraguay.
MANUELITA ROSAS EN LA BOCA
Por estos suburbios agrestes, alejados del centro, silvestres en muchos de sus caminos, llegó dos veces la hija del Restaurador. Dueña de una frescura innata en el manejo de la diplomacia es aquí donde  recibe Manuelita a los  visitantes extranjeros.
 Transcurría el año 1849, un 14 de abril, en varios carruajes llega a La Boca, la hija del Restaurador. En su primer viaje agasaja al ministro plenipotenciario de S. M. Británica Mr. Henry Southern.
Diez días más tarde realiza otra excursión donde va con ella el contralmirante francés, también plenipotenciario, Fortunato José Leprédour, jefe de las fuerzas navales bloqueadoras de Montevideo.
Un cronista del “British Packet” no ahorra detalles de estas visitas como lo hicieron los periodistas de “La Gaceta Mercantil”. Cuenta que luego de recorrer el muelle y observar su progreso, se embarcaron en botes. Uno de ellos, fue ocupado por la banda de música del 4º batallón de Patricios. Cantores y violinistas, viajaban en otra lancha.
La comitiva llega a la Isla Demarchi. Rodeados de sauces, según el articulista, el paisaje era maravilloso. En las mesas, servidas con abundancia, no faltó el asado con cuero tradicional regado con los mejores vinos. Después del baile, el regreso.  Cada bote llevaba una gran lámpara en un asta-bandera en la proa y otra en la popa, acompañados por la música y cantos.
Sin lugar a dudas Manuelita realizó una gran tarea protocolar, de allí surgieron entendimientos internacionales.
Un gobierno como el de Rosas, resiliente de los bloqueos, ataques y conspiración interiores y exteriores tuvo en la diplomacia un punto inentendible para Marmier, cuestión que lo desvelaba.


ITALIANOS Y VASCOS BEARNESES
En sus crónicas de viaje, el francés aporta información valiosa: “Los vascos por aquellos tiempos y los italianos en su mayoría genoveses, pueblan la zona ribereña. Los genoveses se afincan a lo largo del Bajo, calle Balcarce en la actualidad hasta la Vuelta de Rocha, en tanto que los vascos se sitúan en las proximidades de Barracas”.
EL SALADERO DE CAMBACERES
El francés tuvo una mención especial en su libro para este saladero donde trabajaban más de trescientos peones en el cual expone: “Algunos se dedicaban a matar al ganado vacuno. Y según su observación nada del animal se desperdiciaba”. Se muestra disconforme con los procedimientos hacia los animales y acerca de las ganancias que obtenían los propietarios de saladeros. Considera que el proceso es económico, y   que por eso pueden los hacendados pagar altos jornales a sus obreros. “Hay algunos de éstos que, con un trabajo de seis a siete horas, ganan veinticinco y treinta francos”.  Es verdad que se trata de un horrible trabajo, que el cuerpo debe mantenerse inclinado de continuo sobre un cadáver y las manos hundidas en la carne todavía palpitante, chapaleando los pies en pantanos sanguinolentos, pero el hábito hace insensibles a todos los que se dedican a esta tarea, cuyos pormenores repugnan cuando se observan por primera vez. Por la noche, ese mismo hombre que ha degollado y descuartizado cientos de novillos, se lavará para dirigirse a su casa y cenar en familia; se paseará como un buen burgués o hará saltar a sus criaturas sobre las rodillas, pensando en que ha ganado para ellos algunos buenos patacones”.

CONCLUSIONES FINALES
Gracias al gran historiador Antonio Bucich, he conocido a Marmier, por tanto fui a las fuentes, a su libro “Lettres Sur l´Amérique”, (Letras en América), leyendo el libro original en francés y traducido al español en los capítulos que en el tomo 2 de la obra, relata sus vivencias en Buenos Aires y La Boca, donde describe según su visión la realidad política y social del momento de su estadía en estas tierras.
APRECIACIONES DE LA AUTORA
El autor francés no puede ocultar su actitud displicente y altanera, hacia lo que ve en estas tierras,  ni le importa hacerlo.
Se descubre como un telón que se abre a luz del lector, que el  eje central de su obra, no es la Boca, ni Buenos Aires.
Su interés se focalizaba en la figura de Rosas. ¿Quién y cómo era este hombre?, se preguntaría el francés.
 El más rico de los hacendados de la Argentina.  Amigo de los excluidos. Rosas protegía en sus estancias a todo gaucho perseguido. Pero esta protección imponía a los hombres obligaciones de trabajo. El gaucho tenía que dedicarse a la ocupación del campo y vivir del fruto de sus labores. La ociosidad, la embriaguez y el robo eran castigados con severidad y además con el retiro de la protección, que equivalía a devolverlos al ejército o a las cárceles. Sobre ellos Rosas dijo:  "Me propuse adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza."
Para él este hombre, tan amado y tan odiado, constituía  un universo indescifrable.
El Viejo Mundo tenía ya una historia, nosotros en el Nuevo Mundo, la íbamos creando. Con errores y aciertos. Pero con la convicción de ser libres de toda dominación extranjera.
Es en este punto vital donde la trama que teje el  tiempo, genera  la relación de empatía y reciprocidad de San Martín y Rosas que por afinidad de ideas y acciones, fluía naturalmente. El libertador fue partidario de los federales. Y consideró que por esos años, no había otra forma de gobernar que como lo hacía Rosas.
Como con  una daga clavada en el pecho, malherida la historia oficial no digiere el legado del Libertador al Restaurador de las leyes. La cláusula tercera del testamento del general Don José de San Martín: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Rosas le agradece a San Martín su apoyo, que le sirve, gracias al prestigio de éste en Europa, para contrarrestar la acción de no pocos compatriotas que recorren las cancillerías extranjeras buscando aliados para derrocarlo y lo protege en sus últimos tiempos de vida.
SAN MARTÍN
En cuanto a nuestro máximo prócer, San Martín, libertador de tres países, Argentina, Chile y Perú, con solo 12 años pero intensos y heroicos para la vida de América, declara pormenores de su vida en su merecido retiro:
“Confinado en mi hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración de Buenos Aires: ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. etc. En fin, yo vi claramente que era imposible vivir tranquilo en mi Patria hasta que la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me decidió pasar a Europa”. Donde muere a los 72 años en Boulogne Sur Mer, Francia.
LA BOCA
En cuanto a La Boca del Riachuelo, es parte fundamental en la historia de Buenos Aires, este lugar otrora agreste, lleno de pajonales, y lugares intransitables, tenía un puerto, un río, y estos atravesaron su historia y sus tradiciones. De inmigrantes, de negros, de tango, de política, porque su vida intelectual gracias a esta mixtura de nacionalidades de sus habitantes, la convirtió en un hito fundamental en la Ciudad de Buenos Aires. Sus vecinos actuales, conocen el atraso en que se subsumen sus calles  y, aunque muestran su orgullo por la historia que late en estas calles alegradas por los coloreados conventillos, que surgieron con la primera oleada de inmigración italiana, ansían el desarrollo del barrio.
XAVIER MARMIER
Xavier Marmier, viajero incansable,  académico de renombre internacional por aquellos días,  si bien aportó datos que describían el paisaje y las costumbres sociales de aquel entonces,  un dejo de desprecio se deja entrever muy regularmente en los dos tomos de su libro Letras a América, y en su libro Montevideo y Buenos Aires cuya fecha de edición data del año 1850.
Muere en París, Francia un  12 de Octubre de 1892.
LA INTEPRETACIÓN DE LA HISTORIA
A mi entender el gran error de Xavier Marmier y de tantísimos otros al intentar interpretar los sucesos acaecidos en el pasado,  es sacar de contexto los hechos  históricos donde la gravitación ambiental era otra, y transpolarla a este tiempo, como si estuviesen sucediendo hoy.  Entonces, el juicio se desvirtúa por completo.
Marmier, adjetivaba, sobre los negros, sobre los gauchos, sobre las ganancias de las haciendas y el exceso de pago a los peones. Y seguía.
 Según su cabeza del Viejo Mundo, el salvajismo reinaba por estos lugares del sur, vírgenes en muchos aspectos.  Lo nuestro era ponderado por su riqueza natural infinita, donde todo estaba por hacerse, pero en su deseo prístino, no por nosotros, sino por  ellos, europeos que según se deduce de sus palabras, sobrecalifica en méritos, denostando a este continente que estaba en la aurora del amanecer, despertando,  en los tiempos de la historia de un mundo disociado, contradictorio, fragmentado.  Un sino hasta hoy de la naturaleza humana y que acompaña al hombre desde la noche de los tiempos.
*Norma Rosa Torello
Directora Periódico Conexión 2000
Conductora Y Productora Conexión en el aire FM 90.7 Flores





domingo, 16 de julio de 2017

CALLES CON TINTA. . . AIRES DE BANDONEÓN

CALLES CON TINTA
AIRES DE BANDONEÓN
Llevo el Sur, como un destino del corazón. . .

                                                                            Por Norma Rosa Torello*  Parte I

Publicada en Periódico Conexión 2000 – Abril 2017

El sur  es la génesis de una explosión creativa en permanente estado de ebullición. Un manantial de agua fresca en la que el hilo del tiempo se funde en la trama de sus calles y de su gente. Fue y es la musa inspiradora de célebres plumas, cuyas almas cayeron subyugadas a su misterioso encanto.  Tangos, novelas, cuentos,  poemas y música se gestaron en sus esquinas de luces y de sombras.  El cine también   eligió sus escenarios de barcos, humo, adoquines, y pasiones encontradas. Historias inolvidables nacieron en su seno de luchas, desigualdades y también   de amor al lugar que fue esperanza y refugio para muchos para los cuales la fe, fue el  motor para sostenerse en las adversidades.  El sur le dio mucho a la Ciudad de Buenos Aires, sin embargo, hace muchos años,  se ha naturalizado su abandono.  Mientras en él vivamos seguirá vivo, y porque no guardar la ilusión como los que nos precedieron, que no solo será un conjunto de ayeres que hicieron su historia,  sino que se harán visibles también sus necesidades de progreso,  y por añadidura, el de su gente.




 En la foto: Una escena de la película Sur de Fernando "Pino" Solanas.  Con Roberto "El Polaco" Goyeneche y Néstor Marconi en bandoneón.








LA BOCA, LITERARIA
Edmundo D' Amicis

A fines del siglo XIX, cuando era intensa la actividad en La Boca, visitó ese barrio Edmundo D' Amicis, periodista y escritor italiano, autor de "Corazón”. En uno de sus cuentos "De los Apeninos a los Andes" Marco, el protagonista, llegó a la Boca en busca de su madre y durmió en "un cuartito al lado de un almacén del puerto, después de haber pasado todo el día sobre un montón de vigas y como atolondrado, frente a mástiles de barcos, de lanchas, de vaporcitos".

ENRIQUE GONZALEZ TUÑÓN

Enrique González Tuñón, enorme poeta rioplatense

Enrique González Tuñón, un grande entre los poetas rioplatenses, cuentista, periodista, escritor, novelista, bohemio y porteño si los hubo, escribe en su obra Tangos, acerca de los recovecos boquenses. “Cabalga en la brisa del Riachuelo una melancólica canción napolitana”. No solo en esa esquina clásica, sino en muchas otras calles, Pinzón, Brandsen, Olavarría, Gaboto, reinaba el tango soberano en cafés, bares de camareras y otros lugares de turbio renombre, muy semejantes a El Farol Colorado, en la Isla Maciel.

JOSÉ MÁRMOL – AMALIA

En "Amalia" de José Mármol, Daniel Bello un día detuvo su caballo en la barranca de Balcarce para extasiarse con la vista de los valles floridos de Barracas, al final de ellos el gracioso riachuelo y a la izquierda la "planicie esmeralda de La Boca".  
Se refería a que se encontraba frente a una de las más bellas perspectivas de Buenos Aires
RUBÉN DARÍO

 En su Autobiografía rememora al barrio de La Boca,  de luces y contrastes y de olor a pescados y pastas.
ESTEBAN ECHEVERRÍA

En los albores, La Boca, no pasaba de ser un inmenso sauzal, emergente de la paja brava, entre otros árboles. En uno de sus poemas, Echeverría, rememora este paisaje.
"El Riachuelo se desliza
del Gran Plata tributario
sombrean su fresca orilla
viejos sauces agobiados
jóvenes retoños suyos,
acacias, higueras y álamos".

CARLOS MAURICIO PACHECO
TEATRO DEL PUEBLO RIOPLATENSE

En LA BOCA DEL RIACHUELO- SAINETE DEL  AÑO 1919 ha quedado plasmado el sentir de La Boca, de Carlos Pacheco, uno de sus personajes vuelve al barrio, luego de habérselo dado por muerto cuando el barco mercante en que viajaba fue torpedeado por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial.
Pacheco presenta entonces el colorido mundo boquense de casitas que parecen hechas con despojos de náufragos, de bodegas portuarias, de boteros que cruzan a la gente a la Isla Maciel, de marineros, de músicos.
ROBERTO MARIANI
BOQUENSE, DEL GRUPO BOEDO

Roberto Mariani, el poeta olvidado de La Boca

Si se observan algunas casas de La Boca se encontrarán  placas como la que está en Suárez 743 que recuerda el nacimiento de Roberto Mariani, uno de los poetas adheridos al grupo "Boedo".
En su obra póstuma "La cruz nuestra de cada día" refleja la vida de La Boca e inclusive muestra la vida en el conventillo "La Colmena", uno de los tantos que albergaron a los primeros inmigrantes de principios de siglo.
ERNESTO SÁBATO
SOBRE HÉROES Y TUMBAS
Ernesto Sábato, Sobre Héroes y Tumbas. En el  Parque Lezama
Una  de sus novelas más reconocidas, “Sobre Héroes y Tumbas” comienza en el Parque Lezama y elige al barrio de La Boca para alguna de sus escenarios.
En 1961 publica Sobre héroes y tumbas, considerada una de las mejores novelas argentinas del siglo XX. Se trata de la historia de una familia aristocrática argentina en decadencia, que comienza justo en el Parque Lezama y contiene algunas escenas en el barrio de La Boca. Un personaje llamado Martín, sentado en un banco del Parque Lezama al lado de la estatua de Ceres, conoce a una chica extraordinaria y misteriosa llamada Alejandra Vidal.
"Pasaron muchos días de agitación. Porque sabía que volvería a verla, tenía la seguridad de que ella volvería al mismo lugar. Durante ese tiempo no hizo otra cosa que pensar en la muchacha desconocida y cada tarde se sentaba en aquel banco, con la misma mezcla de temor y de esperanza. Hasta que un día, pensando que todo había sido un disparate, decidió ir a La Boca, en lugar de acudir una vez más, ridículamente, al banco del Parque Lezama. Y estaba ya en la calle Almirante Brown cuando empezó a caminar de vuelta hacia el lugar habitual; primero con lentitud y como vacilando, con timidez; luego, con creciente apuro, hasta terminar corriendo, como si pudiese llegar tarde a una cita convenida de antemano. Sí, allá estaba. Desde lejos la vio caminando hacia él. Martín se detuvo, mientras sentía cómo golpeaba su corazón. La muchacha avanzó hacia él y cuando estuvo a su lado le dijo: —Te estaba esperando. (Sobre Héroes y Tumbas. Capítulo I. El Dragón y la Princesa )
Atravesaron nuevamente el parque —Vamos un rato a la Dársena —dijo Alejandra.
Bajaron por Almirante Brown, doblaron por Arzobispo Espinosa hacia abajo y por Pedro de Mendoza llegaron hasta un barco sueco que estaba cargando. Alejandra se sentó sobre uno de los grandes cajones que venían de Suecia, mirando hacia el río, y Martín en uno más bajo, como si sintiese el vasallaje hacia aquella princesa. Y ambos miraban el gran río de color de león. (Sobre Héroes y Tumbas. Capitulo XVII. El Dragón y la Princesa )

BORGES. LA CALLE SUÁREZ Y EL PARQUE LEZAMA

A Borges le encantaba recorrer San Telmo (dirigió la Biblioteca Nacional cuando funcionaba en México 564), Barracas, Constitución y La Boca. Ubicó a El Aleph en una casa ficcional de la calle Garay. Estela Canto, a la que le dedicó el cuento y le regaló el manuscrito, narró la pasión de él por el Parque Lezama, donde se quedaban hasta la madrugada. Susana Ganora, profesora de literatura que estudió con Borges, lo recuerda aún más al sur: “Le gustaba recorrer la calle Suárez; me decía que le hacía evocar a su bisabuelo materno”.

Borges en Barracas


MONTMARTRE Y LA BOCA
Fue lugar de reunión de pintores, al igual que las calles de Montmartre en Paris. Fue el escenario propicio para la realización de obras teatrales, dirigidas por Cecilio Madanes,  en las que participaban grandes actores e inclusive los vecinos del lugar.

TEATRO CAMINITO

Si el pueblo no puede acercarse al teatro, que el teatro se acerque al pueblo.

Este habrá sido el pensamiento de Cecilio Madanes, gran referente de la cultura, tenía el anhelo de acercar el teatro al pueblo, por tanto lo sacó a la calle.  De ahí, la fundación del Teatro Caminito de la mano de Madanes un 18 de diciembre de 1957.
Grandes intérpretes se presentaron en el Teatro Caminito: Antonio Gasalla, Jorge y Aída Luz, Juan Carlos Altavista, Oscar Aráiz, Edda Díaz, Diana Maggi, Eva Dongé, y Violeta Antier, entre muchos otros.
Madanes contó con la colaboración de talentosos pioneros del mundo de la cultura como: Manucho Mujica Láinez, que traducía las obras del inglés especialmente para él; Raúl Soldi y Carlos Alonso que diagramaban las portadas de los programas de mano, Delia Cancela y Pablo Mesejean que diseñaban los vestuarios, y Benito Quinquela Martín, quien  aportó su mirada para vincular al teatro con la identidad del barrio, ya que fue el artista quien decidió los colores con los que se pintarían las fachadas de las casas lindantes a la sala callejera
Los chismes de las mujeres, La zapatera prodigiosa, Una viuda difícil, La pérgola de las flores, y El sueño de una noche de verano, fueron algunas de las  piezas que allí se representaron.
 En 1973 el Teatro Caminito bajó el telón por última vez.  41 años más tarde sus puertas se reabrieron.
En un homenaje al fundador del teatro callejero, Victor Laplace, actor, director y guionista, remarcó: “Madanes también promovió un teatro de repertorio, en el que además participaban los vecinos del barrio. Fue una gran experiencia y era muy prestigioso trabajar con él”.

FRANCISCO ISERNIA
En la calle Martín Rodriguez nació el poeta Francisco Isernia. Colaboró en revistas y diarios de amplia difusión. Escribió sobre el río, sobre la noche.
Figura en las Antologías de César Tiempo, Julio Noé, Pedro Juan Vignale.

VIENTOS DE AGUA

UNA FICCIÓN DE CULTO, QUE DEBERÍA REPONERSE EN LA TELEVISIÓN PÚBLICA POR  SU ENORME VALOR CULTURAL

Escena de la serie Vientos de Agua, Conventillo y futbol

Desde mi perspectiva, es esta serie creada por el director argentino Juan José Campanella,  coproducción argentino-española,  una obra magistralmente contada, dirigida e interpretada. Una joya para los ojos, y para el alma del espectador. Imposible no identificarse con su argumento.
José (Ernesto Alterio), protagoniza la vida de su padre en la vida real, Héctor Alterio, en su juventud cuando al morir su hermano en una mina,  se embarca rumbo a Argentina, conociendo en su viaje a Juliusz Lazlo (Pablo Rago), un joven judío de nacionalidad húngara y a Gemma (Francesca Trentacarlini/Giulia Michelini), una niña italiana de nueve años que perdió a su familia. Juntos se instalan en un conventillo del barrio porteño de La Boca.  La historia continúa durante las décadas de 1940 y 1950 con las vivencias de José con el estallido de la Guerra Civil española, la historia de amor entre Juliusz y Gemma, el panorama político argentino durante el peronismo y con las distintas mujeres que pasan por la vida de José, como su primera esposa Sophie (Caterina Murino) y la segunda, Lucía (Valeria Bertuccelli), quien terminaría siendo la madre de Ernesto (Eduardo Blanco).
Una doble historia de emigrantes: la de José Olaya (Ernesto Alterio), un asturiano que en 1934 abandona España para marchar a Argentina, y la de su hijo, Ernesto Olaya (Eduardo Blanco), un arquitecto que acuciado por la crisis argentina de 2001 abandona su país para venir a España.
Este doble viaje de ida y vuelta separado por más de sesenta años nos hace reflexionar sobre nuestra propia historia y la de nuestros abuelos, más allá de nacionalidades, transmitiéndonos relatos de superación personal, de sufrimiento pero también de vínculos de amistad indestructibles. Asimismo muestra también como la historia es cíclica, porque lo que no termina de resolverse, al cabo de los años, siempre vuelve a repetirse.


TEATRO: PARQUE LEZAMA
CAMPANELLA- BLANCO-BRANDONI

Historia escrita por Herb Gardner. El ganador del Oscar y prestigioso cineasta Juan José Campanella, interviene la obra, cambiando el escenario original que se asienta en el Central Park de New York  y la traslada al Parque Lezama. Logrando en esta adaptación una argentinidad natural. Con fastuosa escenografía, la dupla protagonista de actores se luce, en esta obra de teatro en la que un banco del parque es testigo de diálogos imperdibles, entre los protagonistas centrales. 

Brandoni, Campanella, Eduardo Blanco. 


TANGOS EN LA BOCA
CAMINITO
Juan de Dios Filiberto
«Caminito» es una canción de tango compuesta en 1926 por los argentinos Juan de Dios Filiberto (música) y Gabino Coria Peñaloza (letra). Fue grabado inicialmente por Carlos Gardel pero logró el éxito con una interpretación de Ignacio Corsini.
La letra de la canción -anterior a la música- está inspirada en el Caminito de Olta, parte de un antiguo sendero rural que llevaba desde la localidad hasta el pueblo cercano de Loma Blanca. La música por su parte está inspirada en el «Caminito» del barrio de La Boca en Buenos Aires.
De hecho, la calle fue rebautizada y rediseñada como el actual Caminito, con objetivos turísticos, en 1950. La letra del Tango se refiere realmente a un camino rural de la localidad de Olta,  en la provincia de La Rioja. Está dentro de la triada de tangos más famosos en todo el mundo, ocupando el tercer lugar, luego de La Cumparsita y El Choclo.
En el poema, el poeta le habla al caminito, como confidente y como testigo silencioso de su soledad y su tristeza («he venido a contarte mi mal»). El caminito es el lugar al que el autor va a recordar a un gran amor perdido, con quien solía caminar por allí. Sin embargo, según la letra, es la última vez que el poeta irá al caminito («he venido por última vez»). El sentido de la letra puede interpretarse como una intención del poeta de matarse («yo también me voy»; «que el tiempo nos mate a los dos»), pero también como una decisión de marcharse también él, para seguir con su vida, a pesar del dolor de haberla perdido:
Desde que se fue/triste vivo yo/,caminito amigo/ yo también me voy.
En una figura de la tercera estrofa, el poeta pone en evidencia que el caminito no solo es un lugar de recuerdo de ella, sino una posible conexión entre ambos amantes, ante la posibilidad de que ella también pudiera volver a pasar. Como si fuera un amigo que continúa viendo a ambos amantes luego de separados, el poeta le pide que no le diga que llora por ella:
...no le digas si vuelve a pasar/ que mi llanto tu suelo regó.
El poema reflexiona también sobre el paso del tiempo, tema recurrente en el tango. El poeta se identifica con el caminito: cuando él era feliz con su amada, el caminito era un bello sendero «bordado de trébol y juncos en flor»; ahora, cuando él la ha perdido y el tiempo ha pasado, el caminito está «cubierto de cardos» y borrado por «la mano del tiempo».
Finalmente, el poeta se despide del caminito. Toda la canción es una despedida. El autor le dice al caminito que siente que «quisiera caer» a su lado, pero que al mismo tiempo, ha tomado la decisión de dejar de venir al caminito, para seguir los pasos de ella, no en el sentido de seguirla a ella, sino de irse de allí.
Seguiré sus pasos.../ Caminito, adiós.

Caminito- Año 1939


Música

La música fue compuesta por Juan de Dios Filiberto. Sus primeros compases fueron gestados en 1923, para completarla en 1926. Filiberto la inscribió como «canción porteña», para diferenciarla del tango clásico. La música de Caminito «participa del carácter de vidalita y de cierta música pampeana», influencias folklóricas que son características del estilo de Filiberto.
Es “uno de los tangos de menor cantidad de notas y compases».
Gabino y Filiberto se conocieron en 1920, presentados por el pintor Quinquela Martín. Ambos establecieron una sólida sociedad creativa y compusieron juntos gran cantidad de tangos exitosos, como El pañuelito (1920), La cartita (1921), La Vuelta de Rocha (1924), entre otros.
Coria Peñaloza ha contado que una tarde de 1925, en un café de la calle Florida al 300, Filiberto le tarareó una melodía que había compuesto inspirándose en un sendero de su barrio, La Boca, a la que quería que le pusiera letra. En ese momento, el poeta hizo un croquis de la melodía en un papel, pero luego lo perdió. Filiberto siguió insistiendo:
“Cuatro meses después, volví a encontrarme con Filiberto y me reclamó nuevamente la letra, lo vi tan apurado en terminar su Tango, que fui a la pensión y empecé a buscar en medio de tantos papeles donde había viejos poemas, publicaciones, etc., y encontré un verso: era Caminito, un poema de amor” comentó el poeta.
Se trataba de un poema escrito más de veinte años antes, inspirado en la ruptura de un amor de Coria Peñaloza cuando era un joven veinteañero, en el pueblo de Olta, en La Rioja, de donde era originaria su madre. En aquella ocasión, el poeta se había enamorado de una profesora de música del lugar, de nombre María, cuya identidad nunca quiso revelar, con la que mantuvo un apasionado romance. Como reacción, los familiares de la joven la enviaron a otro lugar para impedir la relación entre ambos. Coria Peñaloza escribió entonces esos versos, referidos al Caminito de Olta en el que ambos se veían.
La melodía creada por Filiberto está originada en una vivencia similar. El propio autor contó una vez que:
“En 1904, pasaba yo por esta curva...; iba a mi trabajo... Mi oficio era de mecánico... Después de muchos años, siendo músico, en 1923, pasé un anochecer, añorando aquellos tiempos; recordé a una chica que se asomaba a una ventana y me salieron unos compases de la canción El caminito, que recién en 1926 terminé”.
El Caminito de la Boca fue primero un arroyuelo y luego una vía ferroviaria destinada a la circulación de trenes de carga en el puerto de La Boca, que era localmente conocido como «La Curva». Filiberto recuerda su paso por el lugar para ir a trabajar a la fábrica, en 1904. En 1920 el ferrocarril dejó de pasar y el camino permaneció abandonado. En 1923, Filiberto, al tomar ese camino para ir a su casa en la calle Magallanes 1140, en la que desemboca el sendero, evocó sentimientos nostálgicos y escribió los primeros compases de la canción. En 1950, un grupo de vecinos entre los que se encontraba el pintor boquense Benito Quinquela Martín, comenzó a arreglar el lugar y en 1959 la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, lo declaró «calle museo». Desde entonces el lugar ha sido un centro cultural y turístico.

GARDEL Y CORSINI
Carlos Gardel hizo tres grabaciones de Caminito, la primera el 26 de noviembre de 1926 (matriz 4076; Odeón 18171) y las otras dos al año siguiente. En las tres ocasiones, con acompañamiento de guitarras a cargo de José Ricardo y Guillermo Desiderio Barbieri.
El 5 de mayo de 1927, el hasta entonces actor y cantante Ignacio Corsini realizó su interpretación consagratoria de la canción, durante la representación del sainete Facha Tosta (del italiano, ‘caradura’). Al finalizar, Filiberto, que estaba presente, se paró sobre la butaca y al mismo tiempo que la golpeaba con su paraguas gritaba:
¡Bravo, Ignacio, bravo! ¡Así se canta!
Gardel, que también estaba presente, en ese acto le cedió a Corsini la canción, un hecho excepcional, porque Gardel tenía firmado un contrato con Odeón por el que no se podían grabar nuevas versiones de canciones ya registradas por él. Finalmente, fue la popularidad que Corsini alcanzó con Caminito, la que lo llevó a dejar ese año la actuación, para dedicarse exclusivamente a cantar.

Niebla del Riachuelo
Tango 1937
Música: Juan Carlos Cobián
Letra: Enrique Cadícamo

Incomparable. Enrique Cadícamo


“Turbio fondeadero donde van a recalar/ barcos que en el muelle para siempre han de quedar...
Sombras que se alargan en la noche del dolor; / náufragos del mundo que han perdido el corazón...
Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar, / barcos carboneros que jamás han de zarpar.../ Torvo cementerio de las naves que al morir, / sueñan sin embargo que hacia el mar han de partir...
¡Niebla del Riachuelo!../Amarrado al recuerdo/yo sigo esperando...
¡Niebla del Riachuelo!.../De ese amor, para siempre,/me vas alejando...
Nunca más volvió,/nunca más la vi,/nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí.../ esa misma voz que dijo: "¡Adiós!".
Sueña, marinero, con tu viejo bergantín,/ bebe tus nostalgias en el sordo cafetín.../ Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción;/ llueve lentamente sobre tu desolación...
Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar,/ bordas de lanchones sin amarras que soltar.../ Triste caravana sin destino ni ilusión,/ como un barco preso en la "botella del figón"...
Enrique Cadícamo, prolífico autor, de obra inconmensurable, dice sobre La Boca: “Puede decirse entonces que el imperio del tango fue La Boca. Entre las calles Suarez y Necochea. Era una esquina brava donde chirleaba el fango, en el café concert o en la semicorchea.
Si bien no puede afirmarse que fue el lugar de origen del género, si fue donde se asentaron sus primeros pilares.

TRES AMIGOS- Tango 1944

CUANDO CADÍCAMO INMORTALIZA LA ESQUINA DE SUÁREZ Y NECOCHEA.
Letra y Música: Enrique Cadícamo

 “De mis páginas vividas, siempre llevo un gran recuerdo/mi emoción no las olvida,/ pasa el tiempo y más me acuerdo. Tres amigos siempre fuimos/ en aquella juventud.../ Era el trío más mentado/ que pudo haber caminado/ por esas calles del sur.
¿Dónde andarás, Pancho Alsina?/¿Dónde andarás, Balmaceda?/ Yo los espero en la esquina /de Suárez y Necochea”...




*Por Norma Rosa Torello - Directora Periódico Conexión 2000 Comuna 4- Conductora Radio Conexión en el aire FM 90.7 Flores- Escritora

jueves, 13 de julio de 2017

INMIGRANTES EN LA BOCA
HIJOS DEL RIO
EL RIACHUELO ES A LA BOCA, COMO QUINQUELA  A SU PUERTO.

                                                                                        Por Norma Rosa Torello*

Manos que forjaron un barrio en derredor del río


Un lugar, La Boca, al sudeste de la ciudad de  Buenos Aires, donde el rio Matanza Riachuelo desemboca naturalmente sobre las costas del Río de la Plata.   Fue ahí  con los inmigrantes, donde se gestó  el escenario propicio para  un río que se hizo pueblo, porque a su vera estas manos deseosas de trabajo, sosiego e ilusiones de hacer la América, forjaron  una República.
El nombre de nuestro barrio, provino de las bocas del Riachuelo, que es considerado por muchos como el punto donde Pedro de Mendoza fundó la ciudad Santa María de los Buenos Aires en 1536, que durante años se mantuvo como el puerto principal hasta que tuvo que dejar su título al nuevo puerto ya que la poca profundidad de sus aguas no le permitieron seguir su destino anhelado.
El barrio de la boca se conforma por inmigrantes italianos y españoles y nativos de este territorio. Una inmigración ilustrada alterna con obreros y comerciantes. Todos ellos juntos,  en derredor de ese río.
Sería una falacia aislarlo de nuestra historia boquense, porque fue el mismo rio el que generó la atracción por similitud a las tierras que dejaban para afincarse en este sur ribereño.
Los viajeros se sentían imantados por el puerto. La Boca era  ese barrio marino, construido alrededor de un puerto gris. El camino de parajes recordados. La Afinidad y la empatía natural radicaron en la añoranza de aquello que se dejó atrás, otras riberas,  la familia, los olores, los sabores, las carencias, la tierra natal. . .
Podemos narrar también sobre la preponderancia de italianos en la zona ribereña y sobre esa vez que en 1882 intentaron constituir la República Independiente  de la Boca; a raíz de un conflicto gremial, idea desarticulada rápidamente por el General Roca. Sobre los inmigrantes españoles, griegos, franceses y alemanes, armenios, criollos y tantos otros  que colmaron de ropa limpia y gritos y risas sus conventillos de chapa; sobre sus clubes deportivos y sus movidas culturales que llenaron sus calles de música, poesía y arte plástico.
CUARTA INMIGRACIÓN EN LA BOCA DEL RIACHUELO

Dentro de los períodos de inmigraciones, es el cuarto, el que se considera como el de la inmigración de las masas. Desde 1870 se acrecienta la llegada de una verdadera muchedumbre humana dispuesta a trabajar en la América. Por tal motivo se la denominó como la inmigración de la mano de obra. El trabajador proletario o campesino que iba a proporcionar su fuerza muscular y física porque estos son los años donde se construyen las obras públicas de magnitud. Se agranda la red ferroviaria. Fue este el período de la inmigración ascendiente. En tanto que en Buenos Aires, la edificación se multiplicaba con la parcelación de los baldíos.

Según el censo municipal de 1887, por el puerto de Buenos Aires, descendieron de los barcos procedentes de Europa, en su mayor parte, y  principalmente en La Boca del Riachuelo, verdaderas caravanas humanas que desde 1854 a 1888 estas cifras se elevan de manera sorprendente. 1.003.592 los hijos de otras tierras que incorporan a la vida argentina.

La innegable hegemonía latina
Italianos, españoles, franceses, fue en ese orden la proporción de la inmigración que encontró en La Boca, su lugar en el mundo. Según el historiador Antonio J. Bucich, aparecieron también los dálmatas, vecinos del Adriático Itálico, quienes se ocuparon de las tareas de navegación. Quienes con su inteligencia y sapiencia aportaron mucho para la aparición de empresas navieras de gran importancia. Como las surgidas de los Lavarello y los Mihanovich.
Todo esto sucede ahí, en nuestro querido y denostado Riachuelo.
El Lígure dominó el ambiente y constituyó uno de los pilares fundacionales  de la comunidad boquense.

UN PUEBLO APARTE
La Boca se inserta en la gran urbe, sin embargo siempre fue como un pueblo aparte. El boquense creó un modo de ser y actuar autóctonos, mas sin dejar de lado el espíritu nacional.

PARLEMO IN CASTILLA”
La escuela pública hizo su trabajo lento pero provechozo. El léxico fue cambiando para enraizarse en el castellano, parlemo in castilla como decían los zeneizi, hechó raíces en tierras boquenses con gran auge en la década del centenario. En tanto que en los hogares el genovesismo aún era parte de la cotidianeidad íntima.

EL RIACHUELO, MÁS ALLÁ DE LA BOCA

Artífice y partícipe del crecimiento de la ciudad toda siendo el máximo exponente para el desenvolvimiento de la ciudad.  Eso también fue lo que generó el Riachuelo.
Aunque en muchos períodos se lo subestimara es notable, que fue el foco del tráfico portuario. Según los historiadores llegó a ser el camino fluvial más vital de esta ciudad. En sus márgenes la actividad económica y social se desarrollaba. A mediados del mil ochocientos ya era el depósito de ilusiones y esperanzas y viajeros ilustres tienen la curiosidad de descubrir la Boca del Riachuelo, como lo señala Antonio J. Bucich, el historiador de la Boca.

LAS GRANDES INUNDACIONES QUE LA BOCA HA SABIDO SOPORTAR.
Francisco Latzina, estudioso de la historia y la geografía argentina, checoslovaco de nacionalidad, que se radicó en el país, expresa en su “Geografía de la República Argentina” La Boca es el gran barrio marítimo de la ciudad, gran parte de sus casas de madera situadas en terreno anegadizo, se han edificado sobre postes de un metro y medio más de altura. La causa, las constantes inundaciones que el Riachuelo suelo producir cuando en duraderas lluvias de primavera o invierno, sale de su cauce. Agrega a estos párrafos como un profeta que vaticina el futuro “El día en que en estas aglomeraciones de casas de madera se produzca un incendio, en condiciones de rápida propagación, habrá que lamentar una catástrofe espantosa”. Cuenta la historia que frente a las inundaciones aún sabiendo los costos de salud que pagarían la gente de La Boca, resistía, no huía, se quedaba parada a enfrentar las aguas. A excepción de los más pudientes que cuando el agua subía, abandonaban el barrio, yendo hacia la zona de Quilmes o Bernal.
 Más tarde en el tiempo ocurriría un 15 de abril de 1940 una de las más grandes inundaciones  que hayan afectado al barrio. El escritor Roberto Arlt, cronista del Diario El Mundo manifestaba en su columna del 16 de abril de aquel año que “En Almirante Brown y Brasil subimos a una chata. Son las 5 de la tarde. La oscuridad rayada de agua lenta amenaza más aguaceros. Entre las tablas de la chata se aprieta una multitud oscura. Avanzamos lentamente. La Boca se ha transformado en una ciudad muerta y gris. Hileras de fachadas desiertas de gente, con ventanas inciertas, con balcones vacíos, con puertas de comercio en cuyos tableros el agua mansa ondula muescas aceitosas. (...) En las calles transversales a Almirante Brown, la superficie de agua llega hasta los apoya manos de las hileras de las ventanas. Ni una sola luz tras de los vidrios. Todas las puertas cerradas, como si la ciudad hubiera sido sorprendida por el terror. Hay callejones cavernosos, abismales, oscuramente nítidos sobre su inmóvil calzada de cristal. En algunos cruces de calle, bultos rectangulares de carruajes abandonados”.
Durante décadas, las inundaciones fueron parte de la realidad del barrio y dejaron profundas huellas no solo en las paredes, sino en su cultura. El mismo Quinquela Martín las tuvo como fuente de inspiración y hasta un reconocido grupo de Teatro barrial lleva el nombre de “3.80 y Crece” en homenaje a los improvisados vecinos boquenses que atentos a al semáforo de luces que media el nivel del río en la Isla Demarchi, hacían correr la voz de alerta frente a las inundaciones producto de la crecida del Riachuelo.

1884. NACEN LOS BOMBEROS VOLUNTARIOS DE LA BOCA
Según cuenta la página oficial de la Institución boquense. “La Constitución Nacional de 1853 garantizaba a los extranjeros el pleno ejercicio de todos los derechos civiles “a todos los hombres del mundo” que quisieran habitar nuestro país de entonces. Pero fue solo en  el año 1876 durante la Presidencia de Nicolás Avellaneda, y bajo la inspiración de este, que se sanciono la primera Ley a nivel Nacional de Inmigración y Colonización, cuyo objetivo era proteger y fomentar la  inmigración.
A partir de aquel momento la afluencia inmigratoria creció al ritmo de la economía, transformando la vida social de la Argentina. El Barrio de La Boca del Riachuelo, que por aquellos tiempos era un suburbio  comenzó a recibir el flujo de estos inmigrantes, sobre todo los de origen Italiano. Quienes en su mayoría eran personas de origen humilde, que buscaban progresar, en esta nueva patria”.

SURGEN LOS CONVENTILLOS
“Es en este momento que surgen los conventillos, viviendas construidas a partir de los rezagos de los astilleros de la zona, maderas, chapas, las cuales eran muy precarias y de fácil combustión. Además el Barrio de La Boca estaba muy distante del casco céntrico de la ciudad, que estaba comunicado por calles de tierra que se volvían intransitables con la lluvia lo que, impedía el llamado de socorro e ingreso del único cuerpo de bomberos que poseía la ciudad. Por lo que forjaron junto con el peligro latente de la sudestada la necesidad que el entonces suburbio cuente con su propio cuerpo de bomberos que pudiese socorrer con eficacia los llamados de auxilios de los vecinos.
Motivado por un incendio ocurrido a principios de 1884 es que Don Tomas Liberti conjuntamente con su hijo Oreste Liberti y un grupo de compatriotas – Lázaro Paglieti, Andrés Benvenutto, José Ragoza, Ángel Descalzo, Luis Paolinelli, Santiago Ferro, Romeo Scotti y Esteban Denegri- reunidos en la casa de esté decidieron organizarse, por lo que lanzaron el siguiente manifiesto (escrito en italiano).
“Ciudadanos”
Una chispa podría desarrollar un voraz incendio que reduciría a cenizas nuestras humildes viviendas de madera. Tenemos necesidad de una Sociedad de Bomberos, que en los momentos de peligro salven nuestros bienes y nuestras familias. Con tal motivo los invitamos a la reunión que tendrá lugar el Domingo a las 3 de la tarde en el Ateneo Iris.
Fue el domingo 2 de junio de 1884, el día en que  fue fundada la Sociedad Italiana de Bomberos Voluntarios de La Boca, primera entidad de su tipo en el país. El primer edificio que cumpliría las funciones de cuartel se ubicó en la calle Necochea, entre Lamadrid y la Avenida Pedro de Mendoza. En cuyo frente se colocó un cartel que decía: “ Volere e Potere ” que en Genovés significa “ Querer es Poder “ .

TODO COMENZÓ EN EL RIACHUELO
POR ESO LOS BOQUENSES, SOMOS HIJOS DEL RÍO, EN LA BOCA SE AFINCARON PERSONAS CON ESPÍRITU DE LUCHA, GARRA Y ESPERANZA DE HACER DE ESE LUGAR,  SU MUNDO. Ese mundo que soñaron cuando venían en los barcos de otras latitudes y bajaron a este suelo, PER FARE LA AMERICA con los bolsillos vacíos pero con el corazón esperanzado en ese nuevo mundo  y la entereza que requiere todo desarraigo, aunque sus tierras no les brindaran posibilidades ni oportunidades, dejaban familias, detrás, con el saber incierto si alguna vez las volverían a ver. El paisaje ribereño los acercaba a esos recuerdos. Habían soportado tanto, que se podría decir estaban inmunizados contra el miedo. Y pudieron más, aun viviendo hacinados en los clásicos conventillos boquenses, viviendo en condiciones precarias en este suburbio de la ciudad lejano del centro.  Fueron capaces de afrontar lo que estos parajes anegadizos, y los rigores propios de la naturaleza, también supieron darles. Sin embargo, también los sueños incumplidos en su lugar de origen podrían ser posibles en este continente.
Junto con los criollos, los mestizos, los miembros de los pueblos originarios, la gran cantidad de los inmigrantes trabajaron. Como dijera Quinquela Martín, haciendo un extracto de una de sus frases de vida,  para seguir trabajando más.

Todo aquello estaba allí, iba unido a mi vida, yo lo veía y lo vivía diariamente, lo llevaba dentro y fuera de mí. Lo único que me faltaba era expresarlo, copiarlo, interpretarlo y convertirlo en obra de arte. La vuelta de Rocha era ya por sí misma una obra de arte. Un cuadro natural y magnífico, siempre igual y siempre diferente. Allí estaban los trabajadores del mar, del río y del puerto con sus largos días de dura faena y sus breves horas de descanso y de fiesta.
Mi tema, mi especialidad es el puerto y el obrero, creo que es mi deber como argentino pintar lo nuestro, este puerto y sus hermosas gentes, señaló quien encarnó el espíritu boquense, registrando en sus pinturas, esa parte de historia del cual el maestro hizo arte y fue parte.
Directora Periódico Conexión 2000- Conductora. Radio Conexión en el aire. FM Flores 90.7