EL
LECHERO
Y
SU AMIGO INDIO
Por Héctor Ricardo Bulens
¡Cómo no
recordarte, Indio! Nunca te voy a olvidar. Mi papá trabajaba en LA DIADEMA
(Dock Sud), hasta fines del '50, que lo despidieron. Con la indemnización,
compró: Un reparto de leche en botella, yogurt, crema, etc de LA MARTONA.
En el combo
venía la chata toda amarilla con la marca que repartíamos; y el inolvidable
"Indio", nuestro fiel caballo que pasó a ser uno más de la familia.
Era increíble la cara de la gente, al ver las cosas que hacía.
Héctor
Bulens y su caballo “Indio” en Pinzón al 500 a metros de la Juguetería
"Pellegrino", a principios de los '60. Foto editada por Ivana Bulens. |
Lo que te
voy a contar, te garantizo que es real. Cuando estábamos repartiendo casa por
casa, casi siempre quedábamos adelante de donde estaba parado. Entonces lo
llamábamos como si fuera una persona; y él, dócil como era, venía a nuestro
lado.
Una
travesura que hacíamos con mi hermano era cuando alguna clienta, en su mayoría
italianas, se olvidaba algo y salía a pedirlo; en vez de bajar del carro a la
vereda, lo hacíamos por el lado de la calle. Luego le tocábamos la panza, y
pasábamos por debajo del mismo. Las pobres mujeres se agarraban la cabeza, y
alguna que otra, se le escapa un insulto como "HDP, te va a patear la
cabeza", y nosotros muertos de risa.
Con el
tiempo, nos pasamos a la VASCONGADA. Dejamos el depósito de VILLAFAÑE 352, y el
corralón de Caboto y Caffarena, y nos fuimos a Barracas. Los pibes de la
cuadra, que nos acompañaban, no podían creer lo que veían: El corralón estaba
en la calle Isabel La Católica entre Coronel Salvadores y California, salíamos
de casa en Suárez 531 después de comer y le decíamos "Indio, a comer y a
dormir", y hacía el recorrido de memoria sin que nosotros agarremos las
riendas: Suárez que subía, Iberlucea (o Del Crucero), Magallanes, España -Hoy
Jovellanos-, C. Salvadores e Isabel La Católica.
Un detalle.
Cuando llegaba a Patricios, se frenaba solo por si venía alguien.
Pero lo más
difícil de creer viene ahora, y repito que es real: Dentro del corralón; le
sacábamos la pechera, la montura, lo demás y se iba solo al piletón a tomar
agua. Si cuando volvía, estábamos hablando con alguien, nos empujaba con su
cabeza en la espalda para que lo acompañáramos a la caballeriza.
Una vez, uno
de los que guardaban el carro con nosotros en el corralón, se enojó conmigo y
me quiso levantar la mano. Entonces él se paró en dos patas. Como se
imaginarán, yo con mis 10 años, burlándome del hombre y diciéndole que me venga
a pegar.
Un día, mi
viejo nos dijo que lo iba a cambiar, y estuvimos 3 días sin hablarle. Pero con
el tiempo, se notaba el desgaste que tenía, ya que repartíamos 1100 botellas
por día. Hasta que una mañana, nos dejó con varios cajones para repartir en
Pinzón y Caboto. Al volver, el Indio ya no estaba. Lo habían cambiado por uno
llamado Tito, que resultó ser muy mañoso. Eso nos hizo extrañarlo más.
¡INDIO
QUERIDO! ¡UN RECUERDO IMBORRABLE!... El animal más noble que conocí,
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