“Lettres Sur l´Amérique”
En su obra Letras a América, el escritor francés
plasma sus impresiones sobre Buenos Aires y la zona ribereña. Un telón se
descubrirá a la luz del lector, el enigma que le generaba la figura de Juan
Manuel de Rosas. . .
Por Norma Rosa Torello*
XAVIER MARMIER, Uno de los viajeros más prolíficos del mundo de las letras, dejó
plasmada su visión de la Boca y del Buenos Aires al promediar el siglo XIX.
El reconocido autor y filólogo francés, nacido en Pontarlier
en 1808, fue un hombre apasionado por los viajes. Con ellos, este profesor de
literatura extranjera, combinaba sus dos
vocaciones, la de viajero incansable y la de escritor.
Miembro de la Academia francesa de letras, de cada uno de
sus travesías, surgía una producción literaria.
Después de viajar a Suiza, Bélgica y a los Países Bajos, lo unieron en
1835 a la expedición ártica del Recherche; visitó Rusia (1842), Siria (1845),
Argelia (1846), de 1848 a 1849 Norteamérica y Suramérica.
A fines de 1848, se embarcó en una nueva aventura por el
Atlántico. De Canadá y Estados Unidos, fue a Cuba, donde pasó una temporada en
La Habana. Y de allí va en viaje directo a Buenos Aires en un velero belga que
tardó más de dos meses en llegar al Río de la Plata. Pésima comida: carne salada,
pocas y ruines legumbres. Pero el capitán tiene, en cambio, un armario lleno de
libros: historia, narraciones, viajes, novelas... Ese alimento intelectual aminoró la
paupérrima gastronomía de su estadía en la embarcación que lo traía al destino
decidido.
Desconcierta a los curiosos, este viaje directo desde La
Habana a Buenos Aires, dejando de lado regiones y ciudades de mayor interés
artístico y arqueológico, no deja de sorprender. El mismo viajero se adelanta
para responder a la posible interrogación. –“¿Cómo -diréis-, tan cerca de México, del
Perú, os alejáis tanto de estos magníficos países para iros a Buenos Aires? Paciencia,
paciencia, me figuro que Buenos Aires, en su género, es ciudad por todo extremo
curiosa”...
ROSAS,
SU GRAN INTERROGANTE
Corría el
año 1850 y Rosas, había logrado triunfos diplomáticos frente a dos de los
países más poderosos de Europa. Inglaterra y Francia. Sus logros trascendieron nuestras fronteras y
se comentaban en América y también en el Viejo Mundo.
“Lettres Sur l´Amérique”, (Letras en América),
es la obra en la cual plasma, además de su obsesión por Rosas, que describe desde su visión personalísima, al
Buenos Aires de aquel entonces, y dedica un capítulo exclusivo a La Boca del
Riachuelo.
LA BOCA, SEGÚN XAVIER MARMIER
Textualmente
estos son los títulos dedicados a La Boca, extraídos por quien suscribe estas
líneas de su libro Lettres Sur l´Amerique, segundo tomo:
“Movimiento en el
camino de la Boca. El puente. Géneros de comercio. El pueblito de Barracas. Los
saladeros. Los vascos. Sus costumbres regionales. Su situación en el Río de la
Plata. Alrededores de Buenos Aires. Productos agrícolas. El ombú. La muchacha
enferma”.
Suma a estas
narraciones una curiosidad para el viajero que existía por esos tiempos en la
zona ribereña llamada “El Puente de
Rosas”.
ACERCA
DEL PUERTO DEL RIACHUELO
Dice Marmier en su libro: “La rada
lejana, donde se detienen los navíos de mayor tonelaje, no es el único puerto
de Buenos Aires. Hay otro muy cerca de la ciudad, a media legua, más o menos,
hacia el sur.
La segunda rada, (bahía o ensenada que puede servir de
puerto natural), o el segundo puerto al que se refiere Marmier, es el Puerto
del Riachuelo, en La Boca.
Las embarcaciones más
pequeñas, cargan allí los diversos productos de los saladeros para
transportarlos a los navíos de la rada; en el mismo puerto abordan los barcos
de cabotaje que hacen por los ríos interiores el mismo servicio que las
carretas hacen por tierra.”
“Desde
el punto de vista puramente pintoresco, el pequeño puerto de la Boca es digno
de conocerse. Lo he visitado varias veces, y de todas mis excursiones por las
afueras de la ciudad, es la que me ha dejado recuerdos más gratos. Un ancho
camino sirve para unir a Buenos Aires con el puerto de la Boca. Desde muy
temprano en la mañana, transitan por este camino los corredores marítimos, los
dependientes de comercio (todos a caballo), las carretas, y los lecheros que
van sentados con las piernas cruzadas sobre sus tarros.
Los lecheros andan
siempre a galope tendido para llevar a la ciudad su mercancía. Es un nuevo
método de espesar la leche y de ofrecerla a las buenas mujeres de la ciudad en
forma de una horripilante crema”.
EL PUENTE DE ROSAS
“A ambos lados del camino, se
extienden llanuras pantanosas e incultas
donde pacen los ganados en libre abandono: la naturaleza salvaje asociada con
la vida social, es un contraste que aún podemos hallar a cada paso. En medio
del camino encontramos un letrero con esta inscripción: Puente de Rosas. Busqué
por todos lados la construcción así
señalada. Se trata de una capa de ladrillos que cubre una zanja. Esta zanja no
tiene más de un pie y medio de ancho. Habrá que inclinarse ante este puente
como los suizos del tiempo de Guillermo Tell ante el sombrero de Gessler. Rosas
conoce las grandes tradiciones y algún porteño docto debe de haberle enseñado
que los generales romanos, antiguamente, daban su nombre a los trabajos que
ejecutaban en las riberas del Rhin o del Danubio”, expresa irónico el académico
francés.
Acoto a lo señalado la ubicación del
llamado Puente de Rosas. Esta construcción precaria, se encontraba en la calle Alegría, hoy
Wenceslao Villafañe, al término del denominado “camino de La Boca” que se
iniciaba a la altura del actual Parque Lezama.
LA ZONA DE LOS NEGROS
No es casual
que en las proximidades del Puente de Rosas, habitaran los negros. En época del
Gobierno del caudillo bonaerense la población negra alcanzaba un 30%.
En su obra
Marmier señala: “El carácter de la atroz dictadura de Rosas, puede resumirse en dos
palabras: ferocidad e imbecilidad. Y esto último no por cierto en lo que
concierne al aumento de su poderío y dominación, sino en lo que respecta a los
intereses y a la prosperidad del país”.
Según el
historiador Felipe Pigna “La adhesión de la población afroargentina a Rosas y
su gobierno –objeto habitual de desprecio racista en la prensa de sus
opositores, que lo pintaban como una pintoresca muestra de su “barbarie”– se
basaba, en buena medida, en el reconocimiento que estas más de cincuenta
“naciones” hallaban de parte del Restaurador y su familia. Como señala Miriam
Victoria Gomes: “Durante la época de Rosas
de alguna manera reverdecieron las sociedades africanas llegó a haber más de cincuenta [naciones]
sólo en Buenos Aires y su participación activa en la vida pública se hizo más
visible. Rosas, su mujer y su hija asistían asiduamente a las ‘casas de tambor’
o ‘del tango’ (nos referimos a este tema en la edición de Periódico Conexión
2000- Enero 2017), como se denominaba
antiguamente a las naciones negras. Además, hacía participar a los negros en
los actos públicos. Rosas también les abrió lugares antes vedados como la Plaza
de la Victoria para festejar fechas patrias”.
Entre la
población bonaerense el apoyo a los federales era más marcado aún en los
descendientes de africanos, y en especial entre las mujeres. Un dato
significativo es que en la comunidad “negra” de Buenos Aires cobró un gran
desarrollo la formación de sociedades que cumplían funciones de ayuda mutua
entre sus miembros. En algunos casos se trataba de una herencia de las
cofradías religiosas que venían de tiempos coloniales, creadas para rendir
culto a San Baltasar y San Benito de Palermo (los “santos negros”), a San
Francisco Solano y a la Virgen del Rosario, que eran las principales
advocaciones de las comunidades afroamericanas.
LA CALLE NECOCHEA Y EL CULTO DE LOS AFROAMERICANOS
La calle
Necochea, se constituye en la arteria más antigua de La Boca.
Allí en esa
vía, los negros levantaron una Capillita para venerar a la Virgen del Rosario. Cada año realizaban una procesión, con cánticos
en portugués y a ella consagraban su fe y sus plegarias.
Muchos de los gauchos que desarrollaron tareas
en el campo en esa época eran afroargentinos.
UN PUEBLO APARTE
Volviendo a
la zona boquense, el académico francés, la describe como un pueblo aparte, que
se basta a sí mismo y que se encuentra distante de la capital, por las
dificultades que genera el tránsito hasta el lugar.
Hacia el sur
se encuentran las pulperías. “Permanecen abiertas desde el alba para los
cocheros y changadores y obreros”.
Respecto de La Boca de 1850 describe: “Es un
lugar activo, con mucho movimiento y una sorprendente variedad de panoramas. Un
muelle de madera al borde del río lleno de mercaderes atareados y mozos de cordel que desembarcan cargamentos
de procedencia diversa”.
Sin embargo,
cabe señalar que las viviendas construidas a orillas del Riachuelo, montadas
sobre pilotes, en modo alguno son producto
del azar, sino fruto de la necesidad. Tenían que estar en lo alto, se subían a
ellas por medio de escaleras, previendo los vientos incansables, el desborde
del agua y las sudestadas. Así las cosas, los imponderables del clima,
fueron haciendo la historia de las viviendas boquenses, una naturaleza conocida en base a la experiencia
empírica de sus moradores.
Enfrente,
del otro lado de la ciudad, (La Boca) se encuentra la soledad abierta, profunda. Apenas unas casuchas de caña de
bambú traídas del Paraguay.
MANUELITA ROSAS EN LA BOCA
Por estos
suburbios agrestes, alejados del centro, silvestres en muchos de sus caminos,
llegó dos veces la hija del Restaurador. Dueña de una frescura innata en el
manejo de la diplomacia es aquí donde recibe Manuelita a los visitantes extranjeros.
Transcurría el año 1849, un 14 de abril, en
varios carruajes llega a La Boca, la hija del Restaurador. En su primer viaje
agasaja al ministro plenipotenciario de S. M. Británica Mr. Henry Southern.
Diez días
más tarde realiza otra excursión donde va con ella el contralmirante francés,
también plenipotenciario, Fortunato José Leprédour, jefe de las fuerzas navales
bloqueadoras de Montevideo.
Un cronista
del “British Packet” no ahorra detalles de estas visitas como lo hicieron los
periodistas de “La Gaceta Mercantil”. Cuenta que luego de recorrer el muelle y
observar su progreso, se embarcaron en botes. Uno de ellos, fue ocupado por la
banda de música del 4º batallón de Patricios. Cantores y violinistas, viajaban
en otra lancha.
La comitiva
llega a la Isla Demarchi. Rodeados de sauces, según el articulista, el paisaje
era maravilloso. En las mesas, servidas con abundancia, no faltó el asado con
cuero tradicional regado con los mejores vinos. Después del baile, el
regreso. Cada bote llevaba una gran
lámpara en un asta-bandera en la proa y otra en la popa, acompañados por la
música y cantos.
Sin lugar a
dudas Manuelita realizó una gran tarea protocolar, de allí surgieron
entendimientos internacionales.
Un gobierno
como el de Rosas, resiliente de los bloqueos, ataques y conspiración interiores
y exteriores tuvo en la diplomacia un punto inentendible para Marmier, cuestión
que lo desvelaba.
ITALIANOS Y VASCOS BEARNESES
En sus
crónicas de viaje, el francés aporta información valiosa: “Los vascos por aquellos tiempos
y los italianos en su mayoría genoveses, pueblan la zona ribereña. Los
genoveses se afincan a lo largo del Bajo, calle Balcarce en la actualidad hasta
la Vuelta de Rocha, en tanto que los vascos se sitúan en las proximidades de
Barracas”.
EL SALADERO DE CAMBACERES
El francés
tuvo una mención especial en su libro para este saladero donde trabajaban más
de trescientos peones en el cual expone: “Algunos se dedicaban a matar al ganado
vacuno. Y según su observación nada del animal se desperdiciaba”. Se
muestra disconforme con los procedimientos hacia los animales y acerca de las
ganancias que obtenían los propietarios de saladeros. Considera que el proceso
es económico, y que por eso pueden los
hacendados pagar altos jornales a sus obreros. “Hay algunos de éstos que, con un trabajo de seis a siete horas, ganan
veinticinco y treinta francos”. Es
verdad que se trata de un horrible trabajo, que el cuerpo debe mantenerse
inclinado de continuo sobre un cadáver y las manos hundidas en la carne todavía
palpitante, chapaleando los pies en pantanos sanguinolentos, pero el hábito
hace insensibles a todos los que se dedican a esta tarea, cuyos pormenores
repugnan cuando se observan por primera vez. Por la noche, ese mismo hombre que
ha degollado y descuartizado cientos de novillos, se lavará para dirigirse a su
casa y cenar en familia; se paseará como un buen burgués o hará saltar a sus
criaturas sobre las rodillas, pensando en que ha ganado para ellos algunos
buenos patacones”.
CONCLUSIONES FINALES
Gracias al
gran historiador Antonio Bucich, he conocido a Marmier, por tanto fui a las
fuentes, a su libro “Lettres Sur l´Amérique”, (Letras en América), leyendo el
libro original en francés y traducido al español en los capítulos que en el
tomo 2 de la obra, relata sus vivencias en Buenos Aires y La Boca, donde
describe según su visión la realidad política y social del momento de su estadía
en estas tierras.
APRECIACIONES DE LA AUTORA
El autor
francés no puede ocultar su actitud displicente y altanera, hacia lo que ve en
estas tierras, ni le importa hacerlo.
Se descubre
como un telón que se abre a luz del lector, que el eje central de su obra, no es la Boca, ni
Buenos Aires.
Su interés
se focalizaba en la figura de Rosas. ¿Quién y cómo era este hombre?, se
preguntaría el francés.
El más rico de los hacendados de la Argentina.
Amigo de los excluidos. Rosas protegía
en sus estancias a todo gaucho perseguido. Pero esta protección imponía a los
hombres obligaciones de trabajo. El gaucho tenía que dedicarse a la ocupación
del campo y vivir del fruto de sus labores. La ociosidad, la embriaguez y el
robo eran castigados con severidad y además con el retiro de la protección, que
equivalía a devolverlos al ejército o a las cárceles. Sobre ellos Rosas dijo: "Me propuse adquirir esa influencia a
toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como ellos, protegerlos,
hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni
medios para adquirir más su confianza."
Para él este
hombre, tan amado y tan odiado, constituía un universo indescifrable.
El Viejo
Mundo tenía ya una historia, nosotros en el Nuevo Mundo, la íbamos creando. Con
errores y aciertos. Pero con la convicción de ser libres de toda dominación
extranjera.
Es en este
punto vital donde la trama que teje el tiempo, genera la relación de empatía y reciprocidad de San
Martín y Rosas que por afinidad de ideas y acciones, fluía naturalmente. El
libertador fue partidario de los federales. Y consideró que por esos años, no
había otra forma de gobernar que como lo hacía Rosas.
Como
con una daga clavada en el pecho,
malherida la historia oficial no digiere el legado del Libertador al
Restaurador de las leyes. La cláusula tercera del testamento del general Don
José de San Martín: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de
la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina don
Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he
tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra
las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Rosas le
agradece a San Martín su apoyo, que le sirve, gracias al prestigio de éste en
Europa, para contrarrestar la acción de no pocos compatriotas que recorren las
cancillerías extranjeras buscando aliados para derrocarlo y lo protege en sus
últimos tiempos de vida.
SAN MARTÍN
En cuanto a
nuestro máximo prócer, San Martín, libertador de tres países, Argentina, Chile
y Perú, con solo 12 años pero intensos y heroicos para la vida de América,
declara pormenores de su vida en su merecido retiro:
“Confinado en mi
hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a
visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración
de Buenos Aires: ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con
grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno
militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. etc. En fin, yo
vi claramente que era imposible vivir tranquilo en mi Patria hasta que la
exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me
decidió pasar a Europa”. Donde muere a los 72 años en Boulogne Sur Mer,
Francia.
LA
BOCA
En cuanto a
La Boca del Riachuelo, es parte fundamental en la historia de Buenos Aires,
este lugar otrora agreste, lleno de pajonales, y lugares intransitables, tenía
un puerto, un río, y estos atravesaron su historia y sus tradiciones. De
inmigrantes, de negros, de tango, de política, porque su vida intelectual
gracias a esta mixtura de nacionalidades de sus habitantes, la convirtió en un
hito fundamental en la Ciudad de Buenos Aires. Sus vecinos actuales, conocen el
atraso en que se subsumen sus calles y,
aunque muestran su orgullo por la historia que late en estas calles alegradas
por los coloreados conventillos, que surgieron con la primera oleada de
inmigración italiana, ansían el desarrollo del barrio.
XAVIER MARMIER
Xavier
Marmier, viajero incansable, académico
de renombre internacional por aquellos días,
si bien aportó datos que describían el paisaje y las costumbres sociales
de aquel entonces, un dejo de desprecio
se deja entrever muy regularmente en los dos tomos de su libro Letras a
América, y en su libro Montevideo y Buenos Aires cuya fecha de edición data del
año 1850.
Muere en
París, Francia un 12 de Octubre de 1892.
LA INTEPRETACIÓN DE LA HISTORIA
A mi
entender el gran error de Xavier Marmier y de tantísimos otros al intentar
interpretar los sucesos acaecidos en el pasado, es sacar de contexto los hechos históricos donde la gravitación ambiental era
otra, y transpolarla a este tiempo, como si estuviesen sucediendo hoy. Entonces, el juicio se desvirtúa por
completo.
Marmier,
adjetivaba, sobre los negros, sobre los gauchos, sobre las ganancias de las
haciendas y el exceso de pago a los peones. Y seguía.
Según su cabeza del Viejo Mundo, el salvajismo
reinaba por estos lugares del sur, vírgenes en muchos aspectos. Lo nuestro era ponderado por su riqueza
natural infinita, donde todo estaba por hacerse, pero en su deseo prístino, no
por nosotros, sino por ellos, europeos
que según se deduce de sus palabras, sobrecalifica en méritos, denostando a
este continente que estaba en la aurora del amanecer, despertando, en los tiempos de la historia de un mundo
disociado, contradictorio, fragmentado. Un
sino hasta hoy de la naturaleza humana y que acompaña al hombre desde la noche
de los tiempos.
*Norma Rosa
Torello
Directora
Periódico Conexión 2000
Conductora Y
Productora Conexión en el aire FM 90.7 Flores